RELATO
TRAVESIA-TRASLADO DEL KIBO
El
Kibo es un velero Beneteau First 32s5 de 10m de eslora
aproximadamente. Tras vender mi anterior barco un Beneteau First 25,
el Uluru, que tenía base en Mazagón (Huelva), mi pareja M. Angeles
y yo compramos el Kibo , que estaba amarrado en Mazarrón (Murcia).
En principio pensamos en trasladarlo en camión por tierra, pero por
varias razones desestimamos esta opción. Así que tomamos la
decisión de llevárnoslo por mar. De Mazarrón a Mazagón, calculé
aproximadamente unas 350 millas naúticas, que en 4 días salían a
casi 100 millas/día, ufff!! ilusos de nosotros queríamos disponer
del último día, el 12 de Octubre, para haber llegado y descansar...
La
fecha, por razones de trabajo se eligió desde el 8 hasta el 12 de
Octubre de 2011, aprovechando la festividad del Pilar y cogiéndonos
10 y 11 como vacaciones. Primer inconveniente, no teníamos muchos
días. Segundo inconveniente, un amigo iba a acompañarnos pero justo
el día antes de partir le surge un compromiso y como de costumbre
quedamos M. Angeles y yo como únicos tripulantes (a excepción de
las primeras millas, en las que también nos acompañaría el
vendedor), y sin tiempo para buscar a alguien más.
Segunda
cuestión, la meteo. Me preocupaba evidentemente que las condiciones
no fueran favorables, y estimé que con vientos y mar de levante, al
menos la parte del Mediterraneo iría bien, y teniendo en cuenta que
era un viaje de transporte y no de placer, no se debería de bajar la
velocidad de 5,5-6 nudos en todo el trayecto, eso implicaba usar
motor en muchos momentos.
Otra
preocupación era doblar el cabo de Gata en buenas condiciones y de
día, y la otra, cruzar el estrecho de Gibraltar de la misma forma.
Durante
los días precedentes consulté una y otra vez la meteorología por
internet y aunque parecía increíble, todos los días me daba
levante moderado y con buena mar, y para el paso del estrecho, el día
11 martes, parecía que habría una ventana de calma favorable para
pasar sin problemas.
No
quiero aburrir con las cuestiones logísticas, pero sólo mencionar
que transportarnos desde Sevilla que es donde vivimos hasta Mazarrón
en coche de alquiler fue un trámite complicado, tedioso y caro, que
M. Angeles gestionó y solucionó a la perfección. Las combinaciones
por ferrocarril o autobus, inviables.
Llegamos
el viernes 7 de Octubre por la noche después de más de 500 km. y
aprovisionamos el barco, ¡¡palizón palizón!!. Nos fuimos a un
hotel cercano para dormir algo y a las 5,30 de la madrugada ya
estábamos en el puerto para disponernos a partir, el vendedor llegó
aproximadamente un cuarto de hora después, y sobre las 6,15 de la
mañana soltamos amarras. El cielo se veía totalmente estrellado,
pues aunque cerca de ser luna llena (el día 12) ésta se había
puesto ya a esta hora, por lo que la noche era oscura, pero con un
cielo precioso cuajado de estrellas.
Al
salir de la bocana del puerto vemos que sopla un viento del este, por
lo que nos aproamos y sacamos la mayor, ponemos rumbo a Aguilas y
apagamos motor. M. Angeles venía mala con un resfriado de esos que
no se terminan de curar, por lo que le insisto en que se vaya adentro
y se acueste. Fuera quedamos Manuel el vendedor y yo, bueno y el
piloto automático un magnifico Spx 5 cuyas excelencias narraré más
adelante, y al que M. Angeles y yo acordamos en bautizar con el mismo
nombre que pusimos al piloto de nuestro anterior barco, o sea
“Frasquito”.
El
viento empieza a soplar con fuerza, hasta llegar a unos 25 nudos,
Manuel en un momento dado me comenta que sería mejor tomar un rizo
en la mayor, así que arrancamos motor y comenzamos la maniobra de
rizar. Continuamos a vela, el viento continúa subiendo y Manuel me
vuelve a comentar que quizá sea más recomendable arriar la mayor y
continuar con el génova, ya que el viento nos viene por la aleta
casi de popa. Dicho y hecho, y el Kibo poco a poco va acercándose a
nuestro primer destino que es el puerto de Aguilas. Ya ha comenzado a
amanecer, y el viento va amainando, la mar va calmándose y el día
parece perfecto para continuar la singladura. El puerto de Aguilas
está a la vista y ya vamos a motor. Manuel releva a Frasquito y
comienza la entrada a puerto, que ante mi sorpresa es bastante
angosta, empiezo a pensar que de ahí soy yo el que tengo que sacar
al Kibo, ¡¡Dios de mi vida!!. A partir de Águilas continuamos
solos, a estas alturas yo ya estoy acongojado, ahora soy yo el patrón
y M. Angeles mi tripu, pero yo soy el único responsable, y no es que
sea la primera vez, pero sí con un barco que no conozco bien, y a
más de 300 millas de nuestro destino, por una zona y un mar que no
conozco...

El
día luce magnífico, el viento ahora es una suave brisa de levante y
la mar está prácticamente plana. “M. Angeles, vamos a sacar la
mayor para ayudar al motor y estabilizar el barco, aproate al viento
para que yo tire de la driza”. Primera cagada del viaje cual
novato, empiezo a tirar de la driza y noto que la vela se resiste a
subir a metro y medio del tope, lo atribuyo a que la mayor en este
barco es enorme, y yo al estar acostumbrado a mi anterior barco, debo
hacer más fuerza. Winche que te crió, y a darle a la manivelita.
“Esto sube por la gloria de mi madre”, y sí, sí que subió,
pero claro, no me di cuenta de que los rizos, cuando anteriormente
arriamos la mayor, Manuel los cazó en sus stoppers cosa que yo nunca
hago, y ahora al estar cazados evitaban que la mayor subiera. Pero
subió, la mayor y la contra rígida, arrancando los anclajes de ésta
a la botavara. Afortunadamente fueron los remaches de la contra los
que se rompieron y no otra cosa, pero ahora no teníamos contra y la
botavara estaba libre. Lo soluciono poniéndole una retenida a ambas
bandas del barco a la botavara y continuamos viaje. Ahora el
protagonista de mover el barco es el motor, pues hace poco viento.
Rumbo
“pa bajo”, nos gustaría intentar llegar a cabo de Gata antes de
que se haga de noche, o si no, al menos arribar a puerto San José a
las puertas del Cabo de Gata para pasar la noche y a la mañana
siguiente muy temprano poder doblarlo con la luz del día.
La
costa es una preciosidad, y como nosotros estamos acostumbrados al
Atlántico, nos encanta el tono azul del agua y el contraste que la
escarpada y desértica costa con sus tonos marrones hace con el mar.
El motor ruge bien y nos impulsa a una media de 7 nudos.
La
mar empieza a embravecer y se va formando ola que nos entra por la
aleta de babor, el viento no es todavía muy fuerte, en torno a 8-10
nudos, pero las olas van aumentando de tamaño y empiezan a ser
cruzadas, supongo que las formadas por el viento que ha subido y las
que se originan por la mar de fondo o la corriente. En cualquier
caso, eso parece una montaña rusa... y la gente hasta paga por
subirse a ellas!!... pero nosotros en la bañera del Kibo, estamos
hasta el moño de tanto meneo. Las olas empiezan a tener una altura
considerable, en estas una ola pilla al Kibo por detrás, lo revolea,
le hace dar una guiñada brutal escorando a lo bestia y atravesándose
a la mar violentamente. M. Angeles y yo, sólo tenemos tiempo de
agarrarnos como podemos y a lo que podemos para no salir rodando por
la bañera y darnos un buen porrazo. Y he aquí que “Frasquito”
reacciona como el profesional que es, da un golpe de timón que hace
que el Kibo recupere su rumbo y lo vuelve a meter en el “carril”
para que sigamos surfeando las olas, todo en menos de tres segundos.
M.Angeles y yo nos miramos, todavía agarrados como garrapatas, con
perplejidad y asombro y dirigimos nuestras miradas a “Frasquito”
con una mueca mezcla de sonrisa y alivio. Frasquito se ha portado y
nos ha gobernado el barco mejor de lo que yo lo hubiera hecho si no
hubiera estado haciendo el garrapata para no caerme.
El
viento está arreciando y las olas ni os cuento, es alrededor de la
1,30 de la tarde y tenemos por el través el puerto de Garrucha
(Almería), todavía queda un buen trecho hasta cabo de Gata, pero
empiezo a preguntarme si no sería prudente arribar a Garrucha por
cómo pueda evolucionar la meteo a peor, y pido a M. Angeles que
llame al puerto para pedir la previsión meteorológica para la
tarde. Nos contesta amablemente un señor que nos comenta que se
espera F5 y subiendo. “Veniros pa tierra que es mejor”, pero ¿va
a estar peor por la tarde? Le pregunta M. Angeles, “haber, fuerza 5
es fuerza 5, veniros para tierra que vais a estar mejor”. Yo miro
el Gps de mano que llevo en bañera y veo que la distancia a la que
estamos es algo más de 3 millas, le pido a M. Angeles que le diga
que en media hora estamos allí. “Perfecto estamos comiendo y ahora
os recibo”. En realidad no es que F5 me asuste mucho, pero las olas
cada vez eran más grandes y cada vez se hace más y más incómodo
navegar en esas condiciones a lo que hay que sumar que estábamos
tremendamente cansados.
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Aproximándonos al puerto de Garrucha |
Amarramos
en el pantalán del combustible para pasar allí la noche. El puerto
algo antiguo pero barato y el personal muy amable. Dimos un paseo por
los alrededores y compramos algunas cosas que necesitábamos en esos
establecimientos que abundan tanto regentados por chinos.
A
la noche atracó a nuestra popa un velero oceánico (no sé qué
barco era ni su nombre). Eran dos señores creo que de Bilbao, que
venían de Cerdeña e iban de vuelta.
Bueno,
pues tras cenar me dispongo a consultar la previsión meteo para el
día siguiente, enciendo el ordenador, enchufo el pin de internet y
oh! Sorpresa, no funciona, error número tal, etc etc. Vuelvo a
intentarlo y lo mismo, la ley de Murphy, cuando más falta hace, nos
quedamos sin internet. En el 2011 nosotros todavía no teníamos
smartphones. ¿Qué hago? Idea, llamo a mi buen amigo Maxi
(Enriaero), y me consulta desde su ordenador el tiempo, la previsión
sigue siendo favorable, viento ligero del Este y no demasiada ola.
A
la mañana siguiente tenemos previsto partir sobre las 8,00 h. para
que tengamos tiempo más que de sobra a doblar cabo de Gata bien de
día e incluso poder arribar a algún puerto para repostar. En el
barco a nuestra popa, observo también movimiento y uno de sus
tripulantes asoma y me pregunta si sabemos el tiempo, le comento que
bueno para bajar, así que 15 segundos más tarde están largando
amarras y partiendo, me comentan que tienen previsto llegar al puerto
de Adra para pasar la noche allí.
Quince
minutos más tarde partimos también nosotros y vemos a lo lejos la
silueta de nuestros vecinos: “joer cómo corren...” media hora
más tarde: “ pues parece que nos estamos acercando”, dos hora
más tarde:”ea, diles adios, a esos no los cogemos...”


El
sol comienza a subir y el día se muestra espectacular, el paisaje es
precioso, el contraste de la costa agreste desértica color marrón
con el azul del mar me parecen impresionantes. Vamos bajando poco a
poco hacia el Cabo de Gata, pasamos Carboneras y San José, y el Cabo
aparece impresionate ante nosotros, el estado del mar y viento son
magníficos, el viento no nos da para ir sólo a vela y nos entra
casi de popa, vamos con la génova y el motor que nos impulsa a una
media de 7-8 nudos, las olas también nos entran por popa o por la
aleta de babor y las surfeadas nos hacen dar hasta 9 nudos o más.
Pasando Cabo de Gata, nos apetece darnos una ducha, y por turnos nos
vamos duchando en la plataforma de popa, la temperatura y el paisaje
son magníficos y la ducha nos sienta de maravilla, aunque el agua
esté algo fría.









A
la tarde ya hemos pasado Cabo de Gata y la bahía de Almería, el
depósito de gasoil está casi a la mitad, pero por consejo de Maxi,
no queremos que el nivel baje mucho por si hubiera alguna suciedad en
el depósito y nos pueda complicar la vida. Así que decidimos
arribar al puerto de Almerimar para repostar y dar un poquito de
descanso al motor, la idea es continuar toda la noche hasta el puerto
de la Duquesa a las puertas del estrecho.
M.
Angeles me pregunta si nos dejarán darnos una ducha caliente en las
instalaciones del puerto, a lo que respondo que no creo, porque sólo
pararemos en el muelle del combustible, pero que el “no” ya lo
tiene, así que le aconsejo que le pregunte al marinero y si cuela,
cuela. Total que para nuestra sorpresa el marinero que era un chaval
joven superamable, nos dice que vale, que si no tardamos más de
media hora, que no hay problema, lo único que los baños están algo
alejados, pero a nosotros no nos importa, así estiramos las piernas.
Repostamos el depósito del Kibo y lleno también una petaca de unos
12 litros por si acaso. Para nuestra sorpresa, el marinero además de
darnos las llaves de los baños, nos dice que si queremos nos acerca
en coche que tiene que ir a ayudar a atracar otro barco y pasa por
allí. Estamos encantados, la verdad es que en los dos puertos que
hemos parado en Almería, han sido muy amables con nosotros, algo que
después en los próximos puertos que tocamos por Málaga no fue así.
Tras
una magnífica ducha caliente que nos recompuso, volvimos andando al
Kibo, la tarde es magnífica, son cerca de las 19,00h y pienso que
debemos salir cuanto antes. Desde los pantalanes donde están los
baños a lo lejos diviso al Kibo, amarrado al muelle de espera, y me
emociono, sé que puede ser una tontería, pero hace muchos años
cuando era muy joven, solía visitar este puerto para ver los veleros
amarrados y soñaba con que algún día yo también tendría un
velero y me imaginaba en ese puerto con mi barco. Ahora allí lo veía
amarrado, aunque fuera por corto tiempo.
Largamos
amarras, agradeciendo la amable atención y partimos hacia el
Mediterraneo occidental, M. Angeles va a la cabina para preparar la
singladura nocturna, ropa de abrigo, gorros, linternas, arneses para
la linea de vida y algo de comer. El sol comienza a ponerse y la
puesta de sol es impresionante. Vamos navegando, creo recordar que
entre 2-3 millas de la costa y todo recto hacia Málaga.
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Dejando por popa Almerimar |
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Puesta de sol camino del Mediterraneo Occidental |
La
oscuridad va lentamente cayendo, y en la costa se empiezan a divisar
las luces, poco a poco llega la noche y la luna aparece lentamente,
es casi luna llena. Es domingo día 9 por la noche, y la noche es
apacible y con poco viento. Vamos a motor sin velas, y la media de
velocidad es de 7-8 nudos.
Tras
comer algo, obligo a M. Angeles a que se vaya adentro y se acueste,
pues sigue con el resfriado y sospecho que incluso puede tener algo
de fiebre. No sin algo de resistencia y a regañadientes consigo que
se vaya al salón y se acueste en uno de los sofás, tras prometerle
que estaré continuamente amarrado a la línea de vida.
¡¡Horror!!,
se me cierran los ojos, menos mal que “Frasquito” va pilotando a
la perfección, pero no debo dormirme y estar atento al rumbo, al
ruido del motor y refrigeración (nunca se sabe) y algún otro barco
u objeto que haya por ahí en medio. En una ocasión, un amigo
armador de un barco, tras una regata en Cádiz y tras hartarse de
copas, salió él solo para transportar el barco hacia el puerto
base, puso el piloto automático y se fue a dormir al camarote. Tras
cinco horas, despertó sin ningún contratiempo... los milagros
algunas veces existen...
Pero
yo quería mantenerme despierto, me tomo una Coca Cola, pero aún así
me duermo, o mejor dicho doy algunas cabezadas. Aguanto y aguanto, y
al fin consigo vencer al sueño, ya estoy despierto y dispuesto a
pegarme la navegada del tirón.
La
noche es preciosa, y se ve muy bien ya que la luna ilumina todo el
entorno. M. Angeles continúa dentro y yo estoy sentado en la bañera
atento a los diversos parámetros, pero al mismo tiempo relajado y
pensativo. Hay algo de ola, y en la banda de estribor que es donde
estoy sentado, de vez en cuando parecen verse los chapoteos de la
ola. Pero me da la sensación de que algo raro hay en ciertos
chapoteos, estoy muy cansado y ya empiezo a imaginar y ver cosas
raras... pero yo diría que presiento como si alguien me acompañara
o estuviera cerca, y en la bañera sólo estoy yo, me asomo a la
cabina y M. Angeles sigue allí acostada. Y ante mi sorpresa por fin
salgo de dudas, un delfín, lleva un rato al lado del Kibo justo a la
altura donde yo estoy sentado acompañándome. No sé cuándo se fue
pero al menos más de media hora lo estuve viendo cómo nadaba a mi
lado.
Poco
a poco va pasando primero la costa de Granada, Motril, Puerto Marina
del Este, con la Herradura al lado, y vamos llegando a la costa de
Málaga. De vez en cuando voy mirando hacia adelante, nunca se sabe,
y de repente me parece ver una luz muy cerca, sí es la luz de un
mástil, primero blanca de alcance, es un velero que va muy lento a
vela, va casi en mi rumbo, y a la velocidad que vamos, nos estamos
acercando muy rápido, creo que las velas son algo oscuras así como
el casco, y no se vé muy bien. Varío el rumbo pues creo que podemos
colisionar y pasamos a escasos 150 metros, creo que son “guiris”
pero no puedo distinguir su pabellón, la luna ilumina pero no tanto.
Hay que estar atentos y no relajarse del todo. Para entonces M.
Angeles se ha despertado y está en la bañera a mi lado, yo estoy
más muerto que vivo y me dejo convencer para que la deje sola un
rato y bajarme al salón a echarme un rato, no sin antes insistirle
en que esté atenta a ésto, aquéllo y lo otro, y que si hay algún
cambio de ruido en el motor o donde sea me avise rápidamente.
Pensaba
que sólo me quedaría media horita medio traspuesto, pero resulta
que me he quedado “frito” algo más de una hora y media. Después,
M. Angeles me comentaría que también estuvo acompañada de un
delfín. Bueno, estamos los dos en la bañera, y ya se ha formado
bastante más ola y estamos algo más moviditos, miro el nivel del
depósito y veo que ya está bajando a la mitad. Buff, no quiero que
baje más, y decido que vamos a echarle al depósito los litros que
llevo en la petaca. La boca de llenado está hacia proa, un poco más
adelantada de los obenques y en la banda de estribor. Le comento a M.
Angeles que me tiene que ayudar, pero antes debemos plantear
meticulosamente la maniobra, paso por paso y sin prisas pero sin
pausa. Horror, no tengo embudo, no importa, improviso uno, corto una
botella de agua mineral y le quito el tapón, ya tengo embudo.
Primero M. Angeles, se va a la boca de llenado con la linterna
frontal y se engancha allí a la línea de vida. Después yo poco a
poco con la petaca me voy acercando. Me engancho a la línea y abro
el tapón. M. Angeles sujeta el embudo y yo voy vaciando la petaca.
Es algo complicado, con las olas, de noche, la petaca medio
derramándose... pero todo sale a la perfección, y vamos ejecutando
los movimientos paso a paso y con meticulosidad. Misión cumplida y
el nivel de combustible vuelve a tener un nivel aceptable, pero hago
cálculos y veo que no me va a dar para llegar con un nivel “seguro”
hasta puerto la Duquesa que es donde tenemos previsto amarrar y pasar
la siguiente noche antes de afrontar el paso del Estrecho. Me voy al
ploter y al derrotero y estimo que lo más sensato es dirigirnos al
puerto de Marina Benalmádena para repostar, nos da prácticamente
rumbo recto y después bajaremos a la Duquesa. Empieza a amanecer del
día 10 lunes, ya no sé ni en qué día vivo, pues la última noche
que paramos y dormimos fue el Sábado, llevamos más de 24 horas sin
dormir.
Ya
es casi de día, y Marina Benalmádena está a la vista, hacemos la
aproximación, y vamos entrando por la bocana, no hay sitio en el
muelle de espera, hay un enorme catamarán amarrado a un estremo, y
un monocasco a su popa con buceadores, parece que están haciendo
trabajos en el fondo, el otro tramo de muelle está cerrado con
obras. Damos dos vueltas por la dársena y nada, imposible, a gritos
le digo a un marinero que anda por el muelle que sólo necesito
repostar, y me contesta con cara de poco amigo que no hay gasolinera
hasta las tres de la tarde y tampoco hay sitio para amarrar, los que
están por los alrededores por el otro barco también nos miran como
perdonándonos la vida. Qué derroche de amabilidad!! estamos
reventados y necesitamos repostar para continuar.
Decido
que nos acercaremos a Fuengirola pues está cerca y de camino al
puerto de la Duquesa.
Tras
unas pocas millas, llegamos al puerto deportivo de Fuengirola, el sol
está ya algo más alto y sopla viento del este de unos 10-13 nudos
(no recuerdo exactamente). Entramos por la bocana y por allí no hay
ni el tato, así que veo un muelle de espera y trato de atracar, pero
el viento me separa y la maniobra tengo que volver a repetirla, con
dificultad por el viento y el cansancio que arrastramos conseguimos
atracar. Saltamos a tierra para ver si alguien nos atiende y nos
puede suministrar combustible. Tras llamar a la oficina del puerto y
después de varios intentos, nos dicen que hasta las tres de la tarde
no hay combustible. Genial, se me ocurre coger la petaca y alguna
garrafa de 5 litros de agua mineral que llevamos vacía e irnos
andando a alguna gasolinera para cargar gasoil.
Bueno,
para no extenderme mucho, diré que la caminata hasta la gasolinera y
vuelta con el gasoil a cuestas fue lo que nos faltaba, a eso añadir
provisiones que M. Angeles compró en un supermercado al lado de la
gasolinera. Agotador, y el personal del puerto tampoco se mostró
excesivamente amable, ya que para poder entrar al muelle de espera
donde estaba el Kibo amarrado había una verja que debían abrirnos.
Pero por fin ya teníamos otra vez el depósito lleno o casi y
podíamos partir al siguiente puerto (la Duquesa) para poder pasar
durmiendo la noche del lunes y salir al día siguiente hacia el
estrecho.
Llegamos
a la Duquesa sin más contratiempos, el tiempo estupendo, ligero
levante y a motor. La atención en ese puerto magnífica, ya habíamos
estado en el 2007 con nuestro Uluru por allí de vacaciones y fue un
puerto que nos gustó. Por cierto que fue la primera vez que atraqué
al Kibo de popa y en un puerto sin fingers como los del Atlántico,
pero al final la maniobra salió a la perfección. Estabamos
literalmente agotados y tras ordenar el barco, revisar que todo
estaba en orden y dar un buen mangerazo para endulzar toda la
cubierta, nos dimos una buena ducha de agua caliente, una cenita y a
la cama, pues al día siguiente martes 11 temprano afrontaríamos el
cruce del Estrecho, y era la mejor oportunidad que tendríamos para
que las condiciones meteorológicas y de corriente nos fueran
favorables.
Martes
11 Octubre de 2011, amanece un día magnífico, y muy temprano nos
disponemos a afrontar el Estrecho. Salimos de la bocana del puerto
para poner rumbo a Gibraltar, pero observo que hay unos pesqueros
faenando por nuestra proa y tienen intercaladas redes en el agua, así
que decido dar un rodeo para no tener problemas y no molestarles.
Abro rumbo más hacia el sur, pero los pesqueros vuelven a cerrarnos
el paso por la proa... bueno no pasa nada, ellos están trabajando,
aunque nosotros tampoco vamos de placer, necesitamos no perder tiempo
para aprovechar la marea y la corriente a favor para poder cruzar el
estrecho. Vuelvo a cambiar de rumbo, esta vez hacia el Este, y ante
mi sorpresa uno de los pesqueros comienza a navegar por mi estribor
también hacia el este para cortarme el paso. Decido acelerar el
motor para adelantarme y pasarle por su proa y poder volver a poner
rumbo oeste, pero el pesquero claramente acelera y sigue cerrándonos
el paso hacia el oeste. Mi grado de indignación y cabreo es muy
elevado, además no entiendo el porqué de esa actitud, en ningún
momento hemos querido molestarlos y hasta he preferido cambiar desde
el primer momento el rumbo para evitarlos. Al final decido parar
motor y parar el barco, dejarlos alejarse y cuando veo que están a
una cierta distancia, vuelvo a poner primero rumbo sur para ir
cambiando poco a poco hacia el oeste. Todo ésto nos ha hecho
retrasarnos y hacer alguna milla más, y deseo que estos amables
pescadores se vayan con sus queridas madres, a buscar a sus
desconocidos padres.
Por
fin vamos enfilando el Estrecho, el día es muy tranquilo, y vamos a
motor con el génova primero y después sin ninguna vela, ya que hay
muchos mercantes fondeados y sé que por el estrecho hay mucho
tráfico, así que prefiero tener mejor visibilidad.
De
repente oimos un golpe contra la cubierta, me asusto, no sé qué ha
sido ese ruido, no veo nada anormal. Decido ir a proa a inspeccionar
toda la cubierta y descubro que el soporte que estaba a tope de palo
y que contenía la veleta de viento y el anemómetro se ha caído, la
suerte es que la mar estaba llana y el barco no iba escorado, por lo
que todo el conjunto ha caído sobre la cubierta, la veleta ha
quedado rota, pero por suerte el anemómetro que es Tac Tic
inalámbrico está entero y no se ha roto. Otra de las chapuzas que
traía el barco y que con el tiempo tendré que solucionar de forma
eficiente, pensé.






Poco
a poco vamos dejando el Mediterráneo y vamos entrando en el
Atlántico, siento como que estoy más cerca de casa, en el Atlántico
me siento más cómodo por que estoy más acostumbrado a navegar en
él, pero realmente la zona por la que en este momento estamos
pasando es algo compleja, desde tarifa hasta Barbate hay algunas
zonas que pueden ser peligrosas. De hecho conforme salimos del
estrecho, la mar empieza a ponerse más brava y el viento de sureste
arrecia. Por otro lado, una manada de delfines nos salen al encuentro
y nos acompañan juguetones, ofreciéndonos un espectáculo
fantástico.
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Dejando por popa el peñón y el estrecho |






Continuamos
a lo largo del día subiendo por la costa atlántica de Cádiz,
viéndo pasar por nuestro estribor Trafalgar, Barbate, Conil, Zahara,
etc. Le di varias millas de resguardo para evitar bajos, el viento
era suave de levante por lo que íbamos a vela y motor haciendo
medias de 7 nudos. Al caer la noche ya vamos acercándonos a la bahía
de Cádiz, y pasando por nuestro estribor Cádiz, y ya entrando en la
bahía de noche tuvimos un pequeño susto del que nos libró el AIS.
La cuestión es que ya de noche y cansados, veíamos las luces a lo
lejos de la bahía pero todo alrededor estaba oscuro pues la luna no
estaba alta, y no sé por qué tuve un presentimiento o fue el angel
de la guarda, lo cierto es que de repente me dio por bajar a la mesa
de cartas y mirar el plotter, y veo que el AIS me señala un barco
por nuestro estribor en rumbo de colisión bastante cerca, mal
asunto, miro y me dice que es un pesquero... así que salgo corriendo
a la bañera y empiezo a buscar sus luces de navegación, y tras un
rato buscando y forzando la vista, ahí estaba, efectivamente por
nuestro estribor y acercándose a toda máquina a unos 200 metros en
rumbo de colsión. Rápidamente di un “volantazo”, es decir quité
a “Frasquito” y cogí yo la caña para apartarme, quitar máquina
y dejarlo pasar, uff por los pelos, esta vez no lo habíamos visto y
gracias al AIS y a mi intuición o a la divina providencia nos
libramos.
Continuamos
pues adentrándonos por la bahía de Cádiz, eran sobre las 10,30-
11,00 de la noche, y nos planteamos si continuar ya del tirón hasta
Mazagón o parar en el puerto de Rota a pasar la noche y continuar al
día siguiente. Estabamos totalmente reventados y tras sopesarlo,
decidimos pasar la noche en Rota y continuar al día siguiente. Dicho
y hecho, sobre las 12,00 de la noche estabamos atracando en el
pantalán de espera del puerto de Rota. A esa hora y como ya viene
ocurriendo en los puertos de la Junta de Andalucía (gracias a su
nefasta gestión y las barbaridades en tarifas y servicios que están
cometiendo) resulta que no había ni marineros ni nadie responsable,
tan solo el vigilante nocturno de una empresa de seguridad. Este nos
dice que si queremos pasar la noche que nos tenemos que quedar en el
pantalán de espera, ya que al no haber nadie del puerto, es el
procedimiento. Al final y gracias a la gestión y cierta amistad que
habia entre el vigilante y nuestro amigo Salvador, armador junto con
su mujer Mª. Del Rosario del Asatru, un flamante Bavaria 40
impresionante, con base en Rota, el vigilante accedió a dejarnos
atracar en un atraque.
Una
vez que el vigilante nos dijo qué atraques estaban disponibles, y
con el compromiso de que al día siguiente cuando abrieran la oficina
fueramos a hacer la entrada del barco, atracamos. Nos dimos una buena
ducha de agua caliente y fuimos al Asatru donde nuestros amigos nos
dieron de cenar, recuerdo que lo primero fue una sopa caliente que
nos supo a gloria y nos recompuso. Tras un rato de charla y contar
nuestras aventuras, nos fuimos a la cama a dormir.
La
verdad es que ya nos sentíamos prácticamente en casa, de hecho, he
veraneado muchos años en Rota y fue el primer puerto en el que
empecé a navegar. Así que al día siguiente nos levantamos algo más
tarde y más tranquilos, repostamos combustible y tras despedirnos de
nuestros amigos, salimos a hacer la última singladura de esta
travesía de traslado del Kibo.
El
día era tranquilo, con poco viento así que hasta Matalascañas
fuimos a motor y mayor, cuando faltaban unas 10 millas para llegar,
ya por la tarde, se empezó a levantar algo de viento, así que
apagué motor y seguimos navegando a vela. Y justo cuando quedaban
unas cuantas millas por llegar, pongo a Fraskito
para
que él también disfrute de la navegación a vela, con la mala
suerte de que sin querer le doy con la rodilla a la caña, rompiendo
un tornillo que lleva y hace de tope para que apoye horizontalmente.
Verdaderamente el sistema que Beneteau puso para el tope horizontal
de la caña es increíblemente malo y débil. Así que improviso un
tope con un espiche de madera al que tengo que reducir el tamaño con
una navaja para que encaje y haga de tope. Posteriormente lo reparé
y le hice un sistema mucho más resistente y fiable que el original.
Finalmente
fue emocionante ver aparecer el espigón de la ría de Huelva, ya
estabamos definitivamente en casa, era el día 12 de Octubre y el
Kibo ya estaba amarrado en el puerto de Mazagón. Nos parecía
increíble, porque antes de empezar esta travesía teníamos muchas
dudas de si seríamos capaces por la cantidad de factores que podían
ponerse en contra, y éramos sólo dos para afrontar semejante
aventura, pero afortunadamente todo salió bastante bien.
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El espigón con su faro, de la ría de Huelva |